Cuando la IRA/RABIA es incontrolable

Séneca decía: “La ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en la que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”.

Los ataques de ira frecuentes son propios de quienes no se sienten a gusto consigo mismos. Se enfrentan a los demás como medio para justificar o darle un soporte al sentimiento de frustración que los invade y que su propio narcisismo no les permite reconocer.

Los ataques de ira frecuentes distan de ser en muchos casos una manifestación del temperamento, sino que más bien son una señal de que una persona tiene problemas. Es muy común que quienes presentan esta conducta busquen más causas fuera que dentro. Lo usual es que se refieran al enfado como una consecuencia de lo que hacen otros: son los demás o el mundo los que los llevan a esos estados.

Esa es precisamente la primera barrera para abordar esos ataques de ira frecuentes. Quienes los padecen tratan de minimizar su responsabilidad en esa conducta. Por otro lado, en contra de lo que podamos pensar, no lo hacen porque tengan la intención consciente de hacerlo, sino porque son presa de una serie de ideas y mecanismos inconscientes que les llevan a actuar así.

Hay varias características que están presentes en las personas que tienen ataques de ira frecuentes: tener dificultad para hacerse cargo de sus propias emociones y la tendencia a buscar la explicación de ellas fuera de sí mismos -a veces un narcisismo elevado-.

Los ataques de ira frecuentes

Cuando hablamos de ataques de ira frecuentes nos referimos a esas situaciones en las que las personas pierden el control y hablan o actúan completamente dominados por el enojo. La mayoría de las personas hemos pasado por algún momento así, pero cuando esto se torna relativamente habitual, significa que hay problemas.

Durante un ataque de ira, la persona se deja dominar por el deseo de destrucción. A veces esto se expresa mediante palabras hirientes y, sobre todo, exageradas, que no corresponden a la realidad, sino que tienen la intención exclusiva de herir o dañar al otro. Otras veces hay también expresiones físicas, como romper objetos o incluso agredir físicamente a otra persona.

La mayoría de las veces, lo que dispara esos ataques de ira frecuentes no es realmente un hecho grave que amerite semejante reacción. Que no se haga lo que ellos dicen o como quieren ellos que se haga puede ser suficiente. O que se diga una palabra o una frase en contra suya. Incluso una mirada o algún pequeño gesto de desaprobación pueden ser suficientes para desatar una de estas explosiones.

Pero…por qué se produce:

  • Tener poca tolerancia a la frustración.
  • No soportar las injusticias.
  • No aceptar bien las críticas.
  • Tendencia a ser más irritable desde pequeños.
  • Crecer en una familia desestructurada.

Los psicólogos emocionales vamos más allá. A veces la ira es el escudo de la tristeza, es la fuerza que necesitamos cuando la tristeza nos invade. Nuestra mente es la máquina más perfectabusca nuestra supervivencia, por tanto, utiliza los mecanismos necesarios para que uno pueda simplemente…vivir. Estar enfadado nos da esa adrenalina que requerimos para poder tirar cuando hay alguna losa que se nos hace demasiado pesada.

Buenas noticias: Existe terapia de la ira

Hay algunas herramientas que te pueden ayudar a controlar esos brotes de ira que están afectando a tus relaciones. Cualquier emoción enquistada puede provocarnos problemas del tipo antes mencionados o incluso hasta niveles físicos (hipertensión, problemas digestivos…), por lo que es conveniente ponerse en manos de profesionales -psicólogos, psicoterapeutas- que vayan más allá y busquen la causa de ese enquistamiento emocional. Una vez trabajada la raíz del problema, algunas técnicas pueden ser de gran ayuda:

1. Relajación

Utiliza herramientas sencillas de relajación, como visualizar imágenes, respiración y relajación profunda.

Respira profundamente, desde tu diafragma para relajarte y repite lentamente alguna palabra tranquila como relax o calma. Visualizar imágenes relajantes, que ayudan a que tus músculos liberen tensión… Esto te hará sentir mucho más tranquilo. Practica estas técnicas diariamente, y especialmente ante situaciones tensas.

2. Reestructuración cognitiva

Si así lo necesitas, consulta a un especialista para que te ayude a detectar esos pensamientos negativos que te paralicen y a cambiarlos por otros más adaptativos. Parece fácil, pero, a veces, identificar esas creencias disfuncionales que nos van minando día a día no son tan evidentes.

3. Resolver problemas

Cuando te enredas en tratar de buscar una solución a un problema y ésta parece inalcanzable, puedes optar por adoptar un punto de vista distinto. En vez de tratar de buscar soluciones incansablemente, puedes pasar a centrarte en la forma de manejar y enfrentar el problema. ¿Me enfado cuando no encuentro rápido la solución? ¿La pago con los demás? ¿Noto que duermo peor cuando no resuelvo un problema?

«Si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Si tiene solución, ¿para qué te preocupas?» -Proverbio Chino-

4. Buena comunicación

Lo primero que debes de hacer si estás en una acalorada discusión, es respirar hondo. Es difícil, porque en ese momento solemos estar enfurecidos y controlarnos es lo último en lo que pensamos. Pero si pensamos con calma lo que queremos decir y escuchamos con atención lo que el otro está diciendo, podemos evitar que la situación se convierta en un desastre.


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